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El reloj marcaba las 22 horas del lunes 15 de enero y ya cientos de personas se apostaban en las afueras del Parque O´Higgins de Santiago. Y es que a pesar que las puertas del recinto se abrieron a las 2 de la mañana, las ansias de participar en este gran encuentro eclesial fueron más fuertes. De esta manera, cuando amanecía ya estaban todos los feligreses ubicados en los distintos sectores preparados para dar vida a la santa Misa por la justicia y la paz, primera celebración que presidió el Papa Francisco en nuestro país.
La jornada inició con la Ceremonia de Recepción Oficial en el Palacio de La Moneda, donde el Obispo de Roma fue recibido por la Presidenta del país, Michelle Bachelet. En la actividad participaron representantes de la sociedad civil, el Cuerpo Diplomático y el Presidente electo de la República, Sebastián Piñera.
Es justo pedir perdón
En el lugar, el Santo Padre manifestó que es una alegría poder estar nuevamente en “esta querida tierra chilena que ha sabido hospedarme y formarme en mi juventud; quisiera que este tiempo con ustedes fuera también un tiempo de gratitud por tanto bien recibido".
Asimismo, agregó: “no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos en el episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir".
“¡Cuánto conoce el corazón chileno de reconstrucciones!”
Ante miles de feligreses que corrían de un lado a otro para poder saludar al Papa en el recorrido que realizó dentro del Parque O’Higgins, el Vicario de Cristo entregó su mensaje al pueblo chileno, comentando el Evangelio proclamado sobre las bienaventuranzas, señalando que “no nacen de una actitud pasiva frente a la realidad, ni tampoco pueden nacer de un espectador que se vuelve un triste autor de estadísticas de lo que acontece. No nacen de los profetas de desventuras que se contentan con sembrar desilusión. Tampoco de espejismos que nos prometen la felicidad con un «clic», en un abrir y cerrar de ojos. Por el contrario, las bienaventuranzas nacen del corazón compasivo de Jesús que se encuentra con el corazón de hombres y mujeres que quieren y anhelan una vida bendecida; de hombres y mujeres que saben de sufrimiento; que conocen el desconcierto y el dolor que se genera cuando «se te mueve el piso» o «se inundan los sueños» y el trabajo de toda una vida se viene abajo; pero más saben de tesón y de lucha para salir adelante; más saben de reconstrucción y de volver a empezar”.
Al respecto añadió: “¡Cuánto conoce el corazón chileno de reconstrucciones y de volver a empezar; cuánto conocen ustedes de levantarse después de tantos derrumbes! ¡A ese corazón apela Jesús; para ese corazón son las bienaventuranzas!"
"Frente a la resignación que como un murmullo grosero socava nuestros lazos vitales y nos divide, Jesús nos dice: bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación. Felices aquellos que son capaces de ensuciarse las manos y trabajar para que otros vivan en paz. Felices aquellos que se esfuerzan por no sembrar división. De esta manera, la bienaventuranza nos hace artífices de paz; nos invita a comprometernos para que el espíritu de la reconciliación gane espacio entre nosotros. ¿Quieres dicha? ¿Quieres felicidad? Felices los que trabajan para que otros puedan tener una vida dichosa. ¿Quieres paz?, trabaja por la paz", expresó en la ocasión el Santo Padre
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El cariñoso saludo del Santo Padre
En la santa Misa participaron 80 Obispos y 700 sacerdotes venidos de diferentes Arquidiócesis, Diócesis y obras chilenas y argentinas. Entre ellos, estaba el P. Dikson Yáñez, Rector del Seminario Mayor “Santo Cura de Ars” de La Serena, quien manifestó: “creo que para todo sacerdote el contemplar la imagen de este Pastor Universal de la Iglesia tiene una especial significación. Para quienes le admiramos por su testimonio de vida, estar ahora con él viene a sellar una vivencia muy profunda que se transformará en un hito histórico en el camino de fe de todos los que participamos”.
Asimismo, el P. Juan Rivera, Asesor de la Pastoral de Comunicaciones de la Arquidiócesis de La Serena, destacó: “con gran alegría recibimos el mensaje del Santo Padre, quien nos invitó a buscar la paz, trabajar por ella y a la cual estamos todos llamados. Convocándonos a acudir en ayuda del prójimo, del necesitado, de quien está a nuestro lado, desde todo ámbito de la vida social y comprender que esa justicia que viene de Dios, nosotros también la podemos hacer llegar a nuestros hermanos”.
Especial momento, igualmente, vivieron dos seminaristas previo a la Eucaristía, ya que como les correspondió servir en el Altar durante la celebración, tuvieron la posibilidad de saludar al Santo Padre, quien además les obsequió un Rosario. “Doy las gracias al Señor el haber tenido la oportunidad de participar en esta Eucaristía junto al Papa Francisco. Fue muy emocionante que él se haya acercado a cada uno de nosotros, estrechar su mano e intercambiar una sonrisa”, indicó Juan Montalán, seminarista originario de Barraza.
Por su parte Miguel Alvarado, seminarista oriundo de Ovalle y quien participó del momento en que el Papa Francisco coronó a la Virgen del Carmen, contó cómo vivió el momento junto a él antes de iniciar la Eucaristía. “El Papa se nos acercó a cada uno saludándonos. Demostró ser un Pastor muy cercano, con su pueblo y con su gente. Nos miró a los ojos, nos dio ánimo, fue un momento muy bonito y emocionante. En el instante que estuvo junto a mí, yo le di la mano y saliéndome de protocolo lo abracé. En ese abrazo iba el cariño de tanta gente que también hubiera querido estar aquí”, detalló.
Finalmente el Arzobispo de La Serena, Mons. René Rebolledo, al finalizar la celebración indicó que “ha sido una experiencia eclesial extraordinaria. Todos sabemos que los días previos a esta visita se escuchaban críticas de una a otra parte, las que escuchamos con serenidad. Hoy el Santo Padre ha hablado potentemente y los fieles presentes hemos escuchado con tanto fervor sus palabras. Fue una celebración extraordinaria por su simplicidad, también por su belleza, por los momentos de silencio profundo que hemos tenido, una atención extraordinaria para escuchar la Palabra del Señor, vivir los signos y recibir el mensaje del Santo Padre. Damos gracias a Dios por este maravilloso hito de nuestra fe”.
Fotografías: Fabián Martínez T.
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