Domingo 02 de Agosto, 2020

Compadecido de la multitud

 


En su artículo dominical, el Arzobispo René Rebolledo destaca el ejemplo nítido de solidaridad que Jesús enseñó a sus "discípulos de aquel entonces, para nosotros y los que, Dios mediante, seguirán el camino del Señor".

Ayer, sábado 1 de agosto, hemos iniciado el Mes de la Solidaridad. En las comunidades se ha dado a conocer los diversos programas de este mes, en vista del 18 de agosto, Pascua de San Alberto Hurtado, Día Nacional de la Solidaridad.

Es interesante notar el desarrollo que a lo largo de los últimos años ha tenido esta importante jornada. En efecto, desde un día - el 18 de agosto - se ha convertido en un mes. Es notable esta transformación y agradezco a Dios que se haya dado de este modo, pues un día, el 18 de agosto, debe ser significativo de una vida vivida en el amor hacia los demás, según nos enseñó nuestro Señor y también, gracias a Dios, san Alberto Hurtado y otros santos, como numerosas personas en nuestras comunidades que nos dan un bello testimonio de servicio a los demás.

Feliz coincidencia, pues en todas las santas Misas de este día, domingo 2 de agosto, se proclamará el Evangelio según san Mateo, Jesús que compadecido de la multitud, les da de comer, multiplicando los panes y los peces (cfr. Mt 14, 13-21).

El relato es una narración hermosa y profunda. Da cuenta que el Señor se retira a un lugar tranquilo, sin embargo, la  multitud le sigue a pie desde los poblados (v. 13). El Señor una vez más los atiende y compadecido de ellos sana a los enfermos (v. 14), luego les da de comer multiplicando los panes y los peces que le presentan.

Son los discípulos que al atardecer dicen al Señor que despida a la gente porque: el lugar es despoblado y ya es tarde; despide a la multitud para que vayan a los pueblos a comprar algo para comer (v. 15). La respuesta del Señor es clara y perentoria: No hace falta que vayan; denle ustedes de comer (v. 16). El relato es una enseñanza a los discípulos de aquel entonces, para nosotros y los que, Dios mediante, seguirán el camino del Señor. Todos estamos llamados a compartir con Él su compasión y procurar satisfacer en todo sentido el hambre y la sed de la muchedumbre.

No tenemos más que cinco panes y dos pescados (v. 17), respondieron los discípulos. Tráiganlos (v. 18) es el requerimiento del Señor. En presencia de todos, sentados en la hierba, Él tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, dio gracias partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la multitud (v. 19).

Ellos se lo dieron a la multitud. Los discípulos misioneros de Jesús somos colaboradores de Dios y hemos recibido de nuestro Señor un ejemplo muy nítido de solidaridad - también en el acontecimiento de la multiplicación del pan y de los peces -, que nos debe interpelar. Por ello, la preocupación prioritaria en nuestras comunidades, que debemos actuar y jamás soslayar, por los pobres y desvalidos, enfermos y abandonados, adultos mayores y hermanas y hermanos que sufren en hospitales y otros centros, entre otros. El amor a Dios va siempre aparejado con el amor al prójimo. Es la enseñanza de nuestro Señor que nos transmite el mismo evangelista, en el cap. 25: vengan, benditos de mi Padre, a recibir el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y me vinieron a ver (Mt 25, 34-36).


    
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