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Conscientes que el 2020 no ha sido un año fácil, sin embargo, la comunidad cristiana se presentó de igual modo con gratitud ante el altar del Señor en la santa Eucaristía del jueves 31 de diciembre, a las 12:00 horas, en el templo Catedral, pues como nos enseña el apóstol Pablo: «Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman» (Rom 8, 28). Aún en circunstancias tan complejas, hemos experimentado el amor de Dios y la solidaridad en múltiples modos: la dedicación de los familiares por sus seres queridos enfermos, gran número de ellos por el COVID-19, la atención y generosidad del personal sanitario, la dedicación de autoridades y de instituciones. Destaco los gestos fraternos que han ayudado a asumir en gran medida el dolor que han sufrido numerosas familias, entre otros.
En particular, manifesté gratitud a las parroquias y comunidades de la Arquidiócesis, como también a numerosas personas de buena voluntad, por su colaboración con alimentos para la Campaña Nadie se salva solo. Gracias al espíritu solidario -demostrado también en esta emergencia- la Comisión Arquidiocesana Pastoral Social Caritas, pudo salir al encuentro de las necesidades presentadas por numerosas familias. La invitación es a proseguir manteniendo y acrecentando esta gran disposición. Expresar amor al Señor en estos gestos fraternos, es también un signo de nuestro compromiso y discipulado misionero, tras sus huellas. El viernes 1, con alegría y gratitud, iniciamos el 2021 en el nombre del Señor, pues suyo es el tiempo: «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos» (Hb 13, 8). En el saludo pedí al Señor nos bendiga a todos: «El Señor te bendiga y te guarde, el Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti, el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6, 24-26).
En este mismo día hemos celebrado a santa María, Madre de Dios y al mismo tiempo la 54 Jornada Mundial de la Paz. Para la ocasión, el Santo Padre Francisco nos envió el mensaje titulado: «La cultura del cuidado como camino de paz». Invito a conocer, leer y dialogar en familia, como en las comunidades, este precioso documento.
Hoy celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor. La palabra es de origen griego, viene de epi y faino y significa brillar, manifestarse. El apóstol Pablo dice a Tito que: «Se ha manifestado la gracia de Dios, enseñándonos a renunciar a la impiedad y los deseos mundanos y a vivir en esta vida con templanza, justicia y piedad, esperando la promesa dichosa y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo» (Tt 2, 11-13).
Dios, que primero se manifestó a los más humildes de Israel -los pastores- en las palabas del Ángel (Cfr. Lc 2, 8-11), ahora convoca, por la luz de su estrella, a hombres sabios -los magos de oriente- (Cfr. Mt 2, 1-12). A la sencillez del homenaje de los pastores, se suma la magnificencia de la adoración de los sabios. La epifanía simboliza la presentación y manifestación del Niño recién nacido, como Dios y Salvador, a todos y a cada hombre. ¡Él da plenitud al transcurso del tiempo y del año, aún más a nuestras vidas!