Tweet |
|
Corresponde hoy la Fiesta Grande de El Niño Dios de Sotaquí, convocatoria apreciada por los fieles, especialmente del Limarí, pero también de otros lugares en el país y el extranjero. Tenemos la experiencia que cada año, tanto en la Fiesta Chica como en la Grande, la peregrinación es concurrida, hermosa y de numerosas perspectivas. Los bailes religiosos, peregrinos y devotos, se preparan a lo largo del año para manifestar su fe, vivir una experiencia eclesial extraordinaria y compartir vivencias con familiares, amigos, vecinos e integrantes de otras comunidades, en los diversos momentos que contempla el programa. Lamentablemente, debido a las consecuencias de la pandemia del COVID-19 que azota el mundo, nuestro país y la región, también la Fiesta Grande de este año -como se realizara la Fiesta Chica en septiembre pasado- se vive por medios de comunicación social y plataformas digitales. Por éstos no se logra en plenitud la vivencia deseable de este gran acontecimiento de fe, sin embargo, son los instrumentos con que contamos y estamos agradecidos por la posibilidad que nos brindan de llegar a miles de hogares. La comunión en la Iglesia es posible vivirla a distancia y separados físicamente, como nos exige la situación actual. De otra parte, queremos ser corresponsables en afrontar las determinaciones de la autoridad sanitaria competente. La Fiesta Grande la vivimos este año en nuestros hogares con la presencia en ellos de nuestro Señor que afirmara: “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy allí, en medio de ellos” (Mt 18, 20).
Celebramos este domingo en la iglesia universal el Bautismo de nuestro Señor, acontecimiento que señala el inicio de su camino de vida y misión pública. Como para Él, también para nosotros, el bautismo es el comienzo de nuestro discipulado misionero. Por toda nuestra vida, renacidos del agua y del Espíritu Santo, estamos en las manos del Padre -somos hijos por adopción-, Cristo es nuestro guía y el Espíritu Santo nos fortalece en la misión que se abre con el don recibido.
Con la festividad del bautismo del Señor termina el Tiempo de Navidad y comenzamos el Tiempo Ordinario que, como lo indica su nombre hace referencia a lo habitual y cotidiano, la vida “normal”. Le pedimos a Él que podamos seguir viviendo a lo largo del año nuestro bautismo. Este sacramento nos concedió la gracia que debemos seguir pidiendo y desarrollando como respuesta de fe. Domingo tras domingo -especialmente en la celebración de la Eucaristía- seguiremos escuchando los hermosos pasajes bíblicos que relatan las actuaciones de nuestro Señor en su camino de vida y misión, consolando, sanando enfermos, perdonando los pecados, enseñando a todos a ponerse confiadamente en las manos de su Padre, invitando a acoger especialmente la Buena Nueva de la salvación. “¡Él pasó haciendo el bien!” (Hch 10, 38). Quiera Él que también nosotros pasemos por la vida haciendo el bien.