El Resucitado hace eficaz los esfuerzos

Este 1 de mayo la comunidad cristiana celebra el 3° de Pascua. Avanza en el Tiempo Pascual que se prolonga hasta la solemnidad de Pentecostés que celebrará el domingo 5 de junio, Dios mediante. El clima espiritual es de gran gozo por el misterio de la Resurrección del Señor. Desde la Antífona de Entrada: “Aclame al Señor toda la tierra. Canten la gloria de su Nombre”, la Oración Colecta: “que tu pueblo se alegre siempre por la nueva vida recibida, para que, con el gozo de los hijos, aguarde con firme esperanza el día de la resurrección final”, la Oración sobre los Dones: “Recibe las ofrendas de tu Iglesia desbordante de alegría, y después de haberle concedido el motivo de un gozo tan grande, concédele participar de la felicidad eterna”, todo es gozo y gratitud por la celebración del misterio de la Resurrección del Señor.

En este ambiente acogen los feligreses la Palabra del Señor, agradeciéndole su presencia viva y vivificante, su cercanía a los discípulos de aquel entonces, a los de todos los tiempos y a nosotros. Gratitud especial porque con su presencia y Palabra bendice nuestros esfuerzos.

Refiere el pasaje del Evangelio (cfr. Jn 21, 1-14) que los apóstoles, después de una noche infructuosa por no haber pescado nada, siguiendo la Palabra del Señor, lanzaron la red y obtuvieron una pesca abundante: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Tiraron la red y era tanta la abundancia de peces que no podían arrastrarla” (v. 6).

Qué enseñanza tan bella, significativa y siempre actual. En efecto,  aquello que no logra conseguir el hombre, no obstante, sus capacidades, inteligencia y desarrollo científico tecnológico, gracias al Señor es posible. Leemos en Lucas 1, 37: “Nada es imposible para Dios”.

Entre tantas otras perspectivas y virtualidades de esta página del Evangelio, es posible extraer esta enseñanza: Si el Señor está presente, sus discípulos logran pesca abundante. Cuando no lo está, “no pescaron nada” (v.3). Su Palabra  permanece para siempre: “separados de mi no pueden hacer nada” (Jn 15, 5).

Oportuno es relacionar también este acontecimiento bíblico con la conmemoración del Día de las trabajadoras y  trabajadores. Cada cual en su oficio y trabajo responde a un llamado de Dios a colaborar corresponsablemente con Él en su obra creadora. También son instancias preciosas de servicio a los hermanos. Tengamos presente que Jesús, en su ejemplo, dignificó el trabajo y al trabajador (a). Busquemos realizarlo en nombre del Señor resucitado. Procuremos afrontar los desafíos de cada día, que pueden ser complejos, contando con su presencia que anima y fortalece. Con Él la pesca será asombrosa, la cosecha abundante, la carga más llevadera, el sufrimiento encontrará un sentido. ¡El dará la bendición y también la eficacia a nuestros esfuerzos! Trabajemos y sirvamos con humildad porque estando siempre en sus manos, continuaremos la obra en su nombre. A las trabajadoras y trabajadores mis cordiales felicitaciones y un recuerdo agradecido en la santa Misa.