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La comunidad cristiana celebra hoy el tercer domingo de Adviento, tiempo litúrgico que iniciara el sábado 27 de noviembre con las vísperas y que finalizará, Dios mediante, el viernes 24 de diciembre por la tarde, antes de la vigilia de la Natividad del Señor.
Este especial tiempo de gracia y bendición tiene como objetivos, en sus primeras semanas, contemplar la segunda venida de nuestro Salvador, que esperamos para el final de los tiempos y la historia. Por otra parte, la preparación inmediata para la gran solemnidad de la Natividad, especialmente a partir de este viernes 17.
Las semanas de Adviento son ricas en aspectos de espiritualidad. Resaltan sobre todo la espera y esperanza de nuestro Salvador, como también la preparación para tan gran acontecimiento, que incluye la purificación y preparación del corazón.
Este tercer domingo de Adviento es conocido en la vida de la Iglesia como Domingo Gaudete o de la alegría, en su forma completa Gaudete in Domino semper, alégrense siempre en el Señor.
Corresponde la proclamación de Lucas 3, 2-3.10-18. Juan el Bautista, precursor inmediato del Señor, que en el evangelio proclamado el domingo precedente convocaba a preparar el camino al Señor, en el pasaje de hoy presenta un exigente programa para todos. “¿Qué debemos hacer?” (v. 10) es la pregunta de la muchedumbre. “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; otro tanto el que tenga comida” (v. 11), es la respuesta del Señor. También los recaudadores de impuesto presentan al Señor igual pregunta. “No exijan más de lo que está ordenado” (v. 13) respondió el Señor. Finalmente, también los soldados le presentan la interrogante. Les responde Jesús: “No maltraten ni denuncien a nadie y conténtense con su sueldo” (v. 14).
En la proximidad de la Natividad de nuestro Señor -que celebraremos con gozo el viernes 24 de diciembre (Nochebuena), el sábado 25 (Natividad) y el Tiempo de Navidad (hasta el domingo 9 de enero de 2022, finalizando con la solemnidad del Bautismo de Nuestro Señor), el llamado es a la alegría y a la esperanza, también a la preparación del corazón, pesebre interior, para celebrar en plenitud el misterio de la encarnación del Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor.
Este domingo es un día propicio para preguntar también nosotros al Señor: “Maestro ¿qué debemos hacer?”. Sin duda, serán numerosos los discernimientos personales, en familia y comunidad que provoca esta pregunta. Reflexionando las respuestas de nuestro Señor a la muchedumbre, a los recaudadores de impuestos y a los soldados, podemos asumir el compromiso de compartir solidariamente con los más necesitados, manifestar nuestra cercanía a los que están solos y abandonados, procurando la caridad, la justicia y la paz, bienes tan apreciados y anhelados entre nosotros.
