Domingo 23 de Enero, 2022

Hoy, se ha cumplido este pasaje de la Escritura

 


Guiándose por los textos bíblicos, el Arzobispo René Rebolledo reflexionó en su columna dominical sobre el comienzo de la proclamación de Jesucristo el Señor.

Este 23 de enero la comunidad cristiana celebra el tercer Domingo del Tiempo Ordinario. Se proclamarán a lo largo de este año pasajes del evangelista Lucas. Tengamos presente que la Palabra del Señor -especialmente el santo evangelio- ilumina las celebraciones y ofrece los contenidos de ellas.

Corresponde hoy la lectura del prólogo del evangelio de Lucas (cfr. Lc 1, 1-4) y el conocido pasaje sobre el comienzo de su proclamación en la sinagoga de Nazaret (cfr. Lc 4, 14-21). Este es uno de los acontecimientos más hermosos del Evangelio que tiene lugar por obra del Espíritu Santo (cfr. vv. 14.18.), del cual Nuestro Señor Jesucristo está totalmente colmado. Proclama el Señor en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido” (v. 18),  es decir, tomó posesión de mí. En lenguaje bíblico el nombre identifica y manifiesta a la persona. “Cristo” es su nombre, que significa literalmente el “ungido”.

¿Para qué el Espíritu del Señor tomó posesión de Él? Para que dé la Buena Noticia a los pobres. Ante todo a ellos. El Señor ama a todos, sin distinción, pero con preferencia a los pobres. Nos debe interpelar la pobreza y miseria en la que viven numerosos hermanos nuestros. ¿Cómo darles a ellos esperanza cierta de que saldrán de su miseria, abandono y desconsuelo en que viven? Me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos. A los presos de toda condición. Es la remisión, la absolución total de las culpas delante de Dios, los hermanos y la entera comunidad. El Señor quiere liberarnos de nuestro cautiverio. Cada cual lo conoce muy bien. Por momentos inquieta y preocupa. El cautiverio del egoísmo y del pecado, de la influencia alienante que pudieran estar provocando los ofrecimientos de un mundo hedonista y consumista. Para dar vista a los ciegos. Es la función del profeta de iluminar a quien tiene la mente y la vista oscurecida, ya sea a causa del pecado o de la ignorancia. Nos hacemos ciegos, igualmente, cuando miramos el mundo y sus acontecimientos sin la iluminación que viene de Dios. Cuando queremos construir el presente y el porvenir olvidando su voluntad, guiándonos por criterios puramente humanos. Para poner en libertad a los oprimidos. A los que saben arrepentirse de corazón del pecado, de la falta, del error. Para proclamar el año de gracia del Señor. Que el antiguo pueblo de Israel  celebraba cada 50 años. En este año, aquellos que estaban lejos volvían al hogar; se entregaban los dineros y cosas que se debían, se dejaba libre a los esclavos, se daba descanso a los animales y también a la tierra. En este texto sagrado, es el Señor quien se presenta para anunciar el año de Gracia con efectos para todos que nos experimentamos personas frágiles y débiles, que sabemos del sufrimiento, que en ocasiones nos sentimos desesperados, y en otras, damos lugar a la pena y a la amargura. El Señor anuncia el año de gracia, año favorable, año rico de consecuencias consoladoras. ¡Con Cristo y en Él alumbró el tiempo de gracia para los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos!

Este hermoso texto concluye con la expresión del Señor: “Hoy, se ha cumplido este pasaje de la Escritura” (v. 21).  Se cumple,  porque Jesucristo también hoy anuncia este año favorable y lo cumple en medio nuestro. Es más, lo cumple en gran parte contando con nuestra acogida y colaboración. Pues todos,  bautizados y confirmados,  poseemos el mismo Espíritu.


    
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