Domingo 12 de Junio, 2022

La Santísima Trinidad

 


“En este día de la Santísima Trinidad tenemos la oportunidad extraordinaria de dar gloria a Dios. A partir de las lecturas bíblicas contemplamos cómo Dios se ha manifestado en su Hijo Jesús y en el Espíritu Divino, a fin de que nosotros podamos conocerlo, amarlo, experimentar su paternidad y misericordia”.

La comunidad cristiana glorifica hoy -segundo domingo de junio- a la santa Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La antífona de entrada, prevista para la celebración: “Bendita sea la Santísima Trinidad: Dios Padre, el Hijo unigénito de Dios y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia con nosotros”, las oraciones y, muy especialmente, los textos bíblicos refieren a este gran misterio de la fe.

La Oración Colecta, que se dirige al Padre, hace presente la revelación de su misterio en la misión de las otras dos divinas personas en la historia de la salvación: “Dios Padre, que revelaste a los hombres tu misterio admirable al enviar al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu santificador”. Por medio de esta oración, la comunidad pide al Padre que “en la profesión de la fe verdadera”, pueda “conocer la gloria de la eterna Trinidad y adorar al único Dios todopoderoso”, que no es sino la contemplación, adoración y glorificación, única respuesta adecuada ante misterio insondable.

En la primera lectura (cfr. Prov 8, 22-31), parte del “Himno a la Sabiduría”, el autor manifiesta que la Sabiduría  -personificada- existía “antes de sus obras” (v. 22), “desde el principio, antes del origen de la tierra” (v. 23). El Salmo 8 -que es muy hermoso- manifiesta la admiración del salmista por la grandeza del creado: “Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu Nombre en toda la Tierra! (v. 2). El orante contempla admirado la obra de Dios en la creación: “Cuando contemplo tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que en él fijaste…” (v. 4). En la segunda lectura de la carta a los Romanos (cfr. Rom 5, 1-5), el apóstol Pablo manifiesta que por la obra de Cristo “estamos en paz con Dios” (v. 1), “hemos alcanzado la gracia en la que nos encontramos” (v. 2), aguardando “la gloria de Dios” (v. 2), incluso en las tribulaciones -por ser hijos de Dios- tal realidad nos fortalece en la fe y esperanza: “la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo” (v. 5). El evangelio (cfr. Jn 16, 12-15) hace presente lo que manifestara el Señor en la última cena: “Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará el futuro” (v. 13).

En este día de la Santísima Trinidad tenemos la oportunidad extraordinaria -especialmente en la celebración eucarística- de dar gloria a Dios. Las lecturas bíblicas nos ayudan en gran medida a entrar un poco más en misterio tan grande y sublime. A partir de ellas -reflexionándolas, meditándolas, recorriendo nuestra historia de salvación- contemplamos cómo Dios se ha manifestado en su Hijo Jesús y en el Espíritu Divino, a fin de que nosotros podamos conocerlo, amarlo, experimentar su paternidad y misericordia. Es importante renovarnos en la conciencia que siempre y en toda circunstancia estamos en las manos de Dios. Sin duda, también las oraciones y textos litúrgicos favorecen las únicas actitudes posibles ante el misterio de Dios -Uno y Trino- alabanza, gloria y honor, como admiración por su grandeza y su actuación a favor nuestro en la historia de la salvación. Por ello, la oración se detiene en el agradecimiento, pues Dios es grande también en su amor, bondad y misericordia para con nosotros.


    
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