Lunes 12 de Septiembre, 2022

Dios es rico en misericordia

 


“En este domingo contamos con la maravillosa oportunidad de contemplar primeramente el retrato del Padre Dios que nos ofrece Jesús en tres parábolas. Luego, el amor y misericordia que nos ha manifestado a lo largo de nuestra vida… ¡Dios es rico en misericordia!”, enfatizó en su columna dominical el Arzobispo René Rebolledo.

En este segundo domingo de septiembre la comunidad cristiana celebra el 24° del Tiempo Ordinario. El Señor la convoca -como cada domingo- para la celebración principal en su caminar, la santa Eucaristía, memoria de su pasión, muerte y resurrección, ofreciéndose en su Palabra, luego en su Cuerpo y Sangre, presente de igual modo en la comunidad de los fieles -también ellos Cuerpo de Cristo- para que en Él tenga vida abundante. En este día se elevan especiales plegarias por la paz, reconciliación y comunión de nuestro pueblo.

El evangelio es de Lucas 15, 1-32 -comprende el capítulo entero-. La ocasión de su enseñanza en tres maravillosas parábolas, es la respuesta a quienes murmuraban porque “recibe a pecadores y come con ellos” (v.2). El Señor responde hablando de la misericordia del Padre y de su alegría por quien se convierte y retorna.

Son tres parábolas bien conocidas: de la oveja perdida (vv. 4-7); de la moneda perdida (vv. 8-10) y la del Hijo pródigo (vv. 11-32).

La Palabra del Señor abre nuestro corazón a la misericordia de Dios y nos invita a practicarla con las hermanas y hermanos de camino. No olvidemos nunca que el amor es el centro de nuestra historia de salvación y del mensaje de Jesús.

En las tres parábolas contemplamos una imagen de lo que realmente es el Padre Dios, rico en misericordia. La de la oveja perdida lo presenta como al Pastor que la recupera con gran gozo: “Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, se va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la oveja perdida” (vv. 5-6). En aquella de la moneda perdida, como la mujer que se alegra con sus vecinas por el hallazgo de la moneda: “Alégrense conmigo, porque encontré la moneda perdida” (v. 9). En la del Hijo pródigo como el Padre que ama a los dos hijos, pero que deja marchar al menor -respetando su libertad-, acogiéndolo a su regreso, perdonándolo y festejando porque “se había perdido y ha sido encontrado” (v. 32).

El amor del Padre por sus hijos es total y definitivo. En la parábola lo observamos en su actitud, tanto en el diálogo con el hijo mayor, que ha vivido colmado de amor del Padre sin valorarlo suficientemente, como en la actitud con el hijo menor. La alegría del Padre por el retorno de su hijo menor emociona. En su viaje de regreso a la casa paterna, ha preparado las palabras de su confesión y dolor. Antes de que pronuncie palabra para excusarse, el Padre corre a su encuentro y lo cubre con manifestaciones de su amor: “Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; póngale un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta” (vv. 22-24).

En este domingo contamos con la maravillosa oportunidad de contemplar primeramente el retrato del Padre Dios que nos ofrece Jesús en estas tres parábolas. Luego, el amor y misericordia que nos ha manifestado a lo largo de nuestra vida. Seguidamente, tratemos de responder a estas preguntas: ¿Procuramos facilitar el regreso a casa de la hermana o hermano que ha faltado? ¿Hacemos denotar las faltas de la hermana, del hermano? ¿Nos ocupan más la justicia y el castigo que el perdón y la misericordia? ¡Dios es rico en misericordia! 


    
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