Domingo 25 de Diciembre, 2022

“La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14)

 


Columna de Mons. René Rebolledo Salinas publicada el domingo 25 de diciembre de 2022.

 La comunidad cristiana celebra con gozo en este día la solemnidad de la Natividad del Señor. Centenares de fieles colmaron anoche el templo catedral para la Misa de Nochebuena. Su servidor los saludó con la Antífona de entrada: “Alegrémonos todos en el Señor, porque ha nacido nuestro Salvador. Hoy descendió del cielo para nosotros la paz verdadera”. Saludo también a los amables lectores invitándolos a la alegría que nace de la confianza y seguridad en que Dios cumplió sus promesas y envió a su Hijo, a quien los hombres esperaron durante siglos. En este día lo celebramos en su Natividad.

Las celebraciones de hoy se abrirán con una Antífona, que expresa la verdad de este día: “Un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado; la soberanía reposa sobre sus hombros, y su nombre será Consejero admirable (cfr. Is 9, 1. 5).

Los textos bíblicos revelan este gran misterio de la fe y son guía segura para anunciar su verdad en tiempos complejos -de grandes cambios culturales- que difícilmente puede el hombre apartar lo que la sociedad consumista le hubiere adosado y entrar con asombro y humildad para contemplar como Dios actúa en la historia.

En la segunda lectura de la carta a los Hebreos (cfr. Heb 1, 1-6) -que se lee hoy en las celebraciones eucarísticas-  aprecia la comunidad cristiana como Dios cumple su promesa y envía a su Hijo al mundo, anunciado por los profetas: “En el pasado muchas veces y de muchas formas habló Dios a nuestro padres por medio de los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien nombró heredero de todo, y por quien creó el universo” (vv. 1-2).

El profeta Isaías (cfr. Is 52, 7-10) -en la primera lectura-  canta la buena noticia de la liberación del pueblo. Dios actúa y trae la salvación: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: Ya reina tu Dios” (v 7).

El evangelista Juan 1, 1-18, es claro en afirmar que el Hijo unigénito del Padre, al hacerse hombre, puso su morada entre nosotros: “La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y verdad” (v. 14). Es hermoso y profundo, como también de grandes perspectivas, el verso conclusivo de este pasaje bíblico: “De su plenitud hemos recibido todos: gracia tras gracia” (v. 16).

¿Para qué ha venido el Hijo de Dios al mundo? Cada uno podrá elaborar su propia respuesta, como lo han intentado muchos a lo largo de la historia. Un esbozo: Para encontrarse con el hombre, transparentándonos así el destino de eternidad inscrito en su corazón. Compartir el gozo y la alegría que no se extinguen y señalar con su vida las opciones más genuinas que Él asume en la encarnación, los pobres, indefensos y desheredados. Ésta es la plenitud de la cual todos participamos: Un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado. ¡Feliz Navidad, a usted y los suyos!


    
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