Domingo 29 de Enero, 2023

El sermon del monte: Las bienaventuranzas

 


“Las bienaventuranzas definen la conducta a seguir por quienes nos consideramos discípulos del Señor, tanto en la vida personal, familiar y en sociedad. ¡El Señor nos fortalezca para que así sea!”

Columna del Arzobispo de La Serena Mons. René Rebolledo Salinas

La comunidad cristiana celebra este último domingo de enero el 4° del tiempo Ordinario. Al participar de la celebración eucarística, los fieles acogerán textos bíblicos muy hermosos (cfr. Sof 2,3; 3, 12-13; Sal 145, 7 - 10; 1Cor 1, 26-31), especialmente el Evangelio de las bienaventuranzas (Cfr. Mt 4, 25 - 5, 12).

El sermon del monte es de los pasajes más significativos de la revelación bíblica, que Jesús ha proclamado a sus discípulos de aquel tiempo y también para nosotros.

Observamos al Señor rodeado de los suyos, también de una gran muchedumbre, que acudió a escuchar su palabra y que los curase de sus dolencias y enfermedades. Él está sentado, dispuesto a proclamar palabras muy solemnes.

Los estudiosos de las escrituras llaman al sermon del monte la carta magna del Reino. Esto significa que estas palabras son el espíritu que debe impregnar desde aquel momento todo su mensaje, herencia y testamento hasta el final de los tiempos: Felices los pobres de corazón, porque el reino de los cielos les pertenece. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los desposeídos, porque heredarán la tierra. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia. Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios. Felices los perseguidos por causa del bien, porque el Reino de los cielos les pertenece... (vv 3-10).

Las bienaventuranzas nos interpelan en gran medida. Resulta paradójico que el Señor llame felices a los pobres  de corazón, a los afligidos, a los desposeidos, a los que tienen hambre y sed de justicia... . Evidentemente, la bienaventuranza está en el espiritu y la apertura humilde ante Dios. Unos a otros debemos recordarnos, personalmente y en comunidad, quienes son los bienaventurados para nuestro Señor y procurar ser consecuentes en nuestro discipulado misionero al que Él nos ha convocado. En la cultura imperante, sin duda, se llama felices a otras personas, por su riqueza, éxitos u otros.

Será nuestra tarea procurar hacer realidad  las bienaventuranzas entre nosotros: Ayudar a construir una comunidad en la que demos espacio a Cristo en nuestro corazón para consolar al que llora, en vez de dedicar nuestra atención sólo a construir riqueza; en que lo interpretemos fielmente en la justicia, para que ella no sea discriminatoria; que, guiados por su Palabra, sepamos satisfacer a aquellos que han esperado durante años para recibir una parte más justa de la riqueza que hemos creado entre todos.  Sólo asi, si mantenemos el corazón limpio, rehusando las tentaciones de la vanidad personal y del egoismo, estaremos construyendo una paz verdadera, erradicando toda violencia. Haciéndolo estaremos cumpliendo, lo que nos está pidiendo Jesús para el mundo.

Las bienaventuranzas definen la conducta a seguir en todo momento por quienes nos consideramos discípulos del Señor, tanto en la vida personal, familiar y en sociedad. ¡El Señor nos fortalezca para que así sea!


    
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