Lunes 28 de Marzo, 2022

El Padre Misericordioso

 


En su columna dominical, el Arzobispo invitó a “manifestar gratitud a Dios Padre por el gran amor a su Hijo y en Él a todos nosotros”.

En este domingo cuarto de Cuaresma, camino a la Pascua que celebraremos, Dios mediante, en su vigilia el próximo 16 de abril y en la solemnidad de la resurrección el 17, la comunidad cristiana acoge hoy el relato maravilloso de la parábola del Padre Misericordioso (cfr. Lc 15, 1-3. 11-32).

La ocasión de la parábola es la respuesta del Señor a quienes murmuraban porque “Éste recibe a pecadores y come con ellos(Lc 15, 2). El Señor responde hablando de la misericordia del Padre y de su alegría por un pecador que se convierte y retorna.

La parábola abra nuestro corazón a la misericordia del Señor y podamos con su bendición practicarla con los hermanos. En efecto, nos hace presente que el amor es el centro de nuestra historia de salvación y del mensaje de Jesús.

Son varios los particulares que impresionan de esta parábola. Ante todo, la imagen del Padre que trasluce. Él es el verdadero protagonista que ama a los dos hijos, los espera y perdona. Él sale al encuentro del hijo menor con los brazos abiertos, pues es Padre de amor, bondad y misericordia. En esta escena contemplamos también a su Hijo, Cristo Jesús, que en la cruz con sus brazos abiertos acoge a todos manifestándonos inmenso amor y perdonándonos.

Los brazos abiertos del Padre en la parábola y los brazos abiertos de Cristo en la cruz, nos recuerdan la razón de su venida al mundo: manifestar el amor del Padre a todos, liberar al hombre del pecado, vale decir, abrazarnos para salvarnos a todos. ¡Todos pecadores! ¡Todos necesitados del amor y de la bondad del Señor!

El vínculo Padre-hijo es anterior al pecado. El Padre sale al encuentro de su hijo y no de un pecador. Por ello la fiesta, signo y expresión del perdón, de la dignidad del hijo reconquistado. El Padre se alegra porque ha quedado a salvo la dignidad de su hijo.

El amor del Padre por sus hijos es total y definitivo. En la parábola lo observamos en su actitud, tanto en el diálogo con el hijo mayor, que ha vivido colmado del amor del Padre sin valorarlo suficientemente, como en la actitud con el hijo menor. La alegría del Padre por el retorno del hijo menor emociona. En su viaje de regreso a la casa paterna, ha preparado las palabras de su confesión y de su dolor. Antes de que pronuncie palabra para excusarse, el Padre corre a su encuentro y lo cubre con manifestaciones de su amor: “Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; póngale un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta” (vv. 22-24).

La invitación en este domingo es a manifestar gratitud a Dios Padre por el gran amor a su Hijo y en Él a todos nosotros. La parábola deja traslucir su amor, bondad y misericordia. Sin embargo, es una parábola, aún mayor y más grande es su paternidad por nosotros. El amor infinito de Dios nos sorprende siempre a lo largo del camino de nuestra vida. Junto con manifestarle gratitud porque nos lleva en sus manos, busquemos replicar tanto amor en nuestras familias, ambientes y con las hermanas y hermanos de camino.


    
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