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En este domingo 11 de diciembre, la comunidad cristiana celebra el 3° de Adviento, tiempo especial de bendición que iniciara con las vísperas del sábado 26 de noviembre pasado. Son semanas de preparación para salir al encuentro de Cristo, concretando buenas obras realizadas en su nombre.
Este tiempo de gracia para la comunidad tiene como objetivo, en sus primeras semanas, contemplar la segunda venida del Salvador, que espera para el final de los tiempos y la historia. Por otra parte, la preparación inmediata para la gran solemnidad de la Natividad, especialmente a partir de este sábado 17.
El tiempo de Adviento son semanas ricas en contenidos espirituales, para asumir personalmente y en la comunidad de los fieles. Resalto en esta ocasión la espera y esperanza, como también la preparación para este gran acontecimiento salvífico. La convocatoria es a priorizar la conversión del corazón, preparando de este modo el camino al Señor.
El tercer domingo de Adviento se nos llama a vivirlo bajo la consigna de la alegría. Se denomina este día Domingo Gaudete -Gaudete in Domino semper-. Desde la antífona de entrada está muy patente la invitación a la alegría: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense, pues el Señor está cerca” (cfr. Flp 4, 4.5). En la primera lectura contemplada para la celebración eucarística Isaías 35, 1-6.10, resalta también el tema de la alegría: “El desierto y la tierra reseca se regocijarán, el arenal de alegría florecerá, como flor de narciso florecerá, desbordando de gozo y alegría; tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarón; ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios” (vv. 1-2).
La causa de la alegría es la pronta venida del Salvador, a quien la comunidad cristiana espera con fe en su nacimiento. Al respecto, la oración inicial de la Eucaristía de este domingo reza: “Dios y Padre nuestro, que acompañas bondadosamente a tu pueblo en la fiel espera del nacimiento de tu Hijo, concédenos festejar con alegría su venida y alcanzar el gozo que nos da su salvación”. También en la primera lectura está claro el motivo que sustenta la invitación a la esperanza y a la alegría, en la promesa del profeta: “Sean fuertes, no teman; ahí está su Dios, que trae el desquite, viene en persona, los desagraviará y los salvará” (v. 4).
Que oportuno este llamado a la alegría y a la esperanza. ¡El Señor está cerca! Esta es la Buena Nueva que fundamenta la invitación a la alegría: El Hijo de Dios se hizo carne, entra en la historia, comparte nuestra vida, alegrías y gozos, penas y pesares, en todo igual a nosotros, “excepto el pecado” (Heb 4, 15).