Martes 20 de Junio, 2023

La promesa de “el Defensor”

 


Celebramos hoy el 6° Domingo de Pascua, el próximo la Ascensión del Señor a los cielos y el 28 la gran solemnidad de Pentecostés. Son siete semanas de celebración intensa de la Pascua, que es el centro del Año Litúrgico de la Iglesia. Domingo a domingo la comunidad cristiana es convocada para celebrar la memoria de su Señor, muerto y resucitado, por nosotros y por nuestra salvación.

Se proclama en este día el pasaje de Jn 14, 15-21, anuncio que da nuestro Señor sobre el envío del Espíritu Santo, el Defensor: “Yo pediré al Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará con ustedes. No los dejo huérfanos, volveré a visitarlos” (vv. 15-18). Previamente, solicita de sus discípulos que cumplan sus mandamientos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos” (v.15) e igualmente revela a los discípulos de aquel entonces    -en ellos también a nosotros- la unión existente entre Él y su Padre: “Aquel día comprenderán que yo estoy en el Padre y ustedes en mí y yo en ustedes” (v. 20). Esta unión única entre el Padre y el Hijo -también con nosotros- se manifiesta en el amor: “Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él” (v. 21).

Gran motivo de esperanza para los apóstoles de aquel entonces y nosotros hoy, la expresión de Jesús: “no los dejo huérfanos, volveré a visitarlos” (v 18). Esta aseveración precisamente cuando nos promete otro Defensor, que es el Espíritu Santo: “el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce” (v. 17).

Preciosa bendición para sus discípulos y nosotros ser introducidos por el mismo Señor en el amor del Padre eterno como en el cual Él nos manifiesta: “Yo estoy en el Padre y ustedes en mí y Yo en ustedes” (v. 19). Son consoladoras estas palabras, pues nos dan gran confianza en la presencia viva de Cristo Resucitado en medio nuestro. Nos ofrecen también el impulso necesario para seguir adelante, en el nombre del Señor, puesto que confiamos que Él está con nosotros. Es bello oír estas palabras en la celebración de la Eucaristía, el acto por excelencia de comunión con Jesús y el Padre Eterno. De la Eucaristía, obviamente, debemos pasar a la vida; en la realidad de cada día se debe percibir los rasgos que señalan la comunión entre los hijos de Dios y su Padre, de los discípulos con su Maestro y hermano, Jesucristo nuestro Señor.

El Espíritu es quien hace posible la comunión señalada. Él es el verdadero don a la comunidad apostólica y a nosotros. En el pasaje bíblico es llamado el Defensor, siendo verdadero protagonista en el camino de fe de la comunidad cristiana, desde la Ascensión al cielo y hasta la segunda venida de Cristo.

También nuestros tiempos son de Dios, no obstante los graves problemas y dificultades. El Señor Jesús nos envía su Espíritu Santo, que da vida y sentido a nuestra misión en la comunidad cristiana. Confiados en la presencia de Cristo y en la acción del Espíritu Santo seguimos adelante. La historia es clara en demostrarnos momentos y circunstancias en que se ha sentido fuertemente su acción, la que se concreta también hoy en circunstancias bien diversas, por los grandes desafíos provenientes de los cambios culturales que atraviesa el mundo. El Espíritu nos fortalece en la audacia para anunciar en nuestros tiempos la vida en Cristo Resucitado.


    
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