Domingo 12 de Marzo, 2023

“Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed…” (Jn 4, 15)

 


Columna del Arzobispo René Rebolledo Salinas.

El 22 de febrero pasado con el Miércoles de Ceniza iniciamos el tiempo de Cuaresma, que se prolonga hasta el 6 de abril, Jueves Santo, finalizando antes de la Misa de la Cena del Señor. Estos días especiales de gracia tienen la finalidad de que nos dispongamos interiormente para la gran solemnidad de la Resurrección de nuestro Señor. La Vigilia Pascual la celebraremos el sábado 8 de abril y la Pascua el domingo 9, Dios mediante.

La Pascua es la fiesta por excelencia del mundo cristiano, corazón del año litúrgico. Celebramos el misterio central de nuestra fe: la gloriosa Resurrección de nuestro Señor. Vivimos después de la Resurrección, a causa de ella; en este misterio encuentra su fuente nuestro discipulado misionero del Señor y cuanto anunciamos a nuestros contemporáneos. Se celebra durante 50 días, desde el Domingo de Pascua hasta Pentecostés.

En la columna del domingo 26 de febrero he expuesto algunos particulares del Evangelio de ese día, las tentaciones de Jesús en el desierto (cfr. Mt 4, 1-11), luego, el domingo 5 de marzo, siguiendo la proclamación del Evangelio dominical, el misterio de la transfiguración de nuestro Señor (cfr. Mt  17, 1-9), mientras hoy corresponde el pasaje bíblico, Jesús y la Samaritana (cfr. Jn 4, 5-42).

En la oración inicial de la santa Misa de este domingo, conocida con el nombre de Colecta, tendremos presente tres aspectos de la espiritualidad del tiempo de Cuaresma que estamos viviendo: el ayuno, la oración y la limosna. Como he mencionado en dichas columnas, la Iglesia en Chile concreta la convocatoria a ejercitar la limosna mediante la Campaña Cuaresma de Fraternidad, que este año, al igual que en el precedente y el siguiente, tiene como destinatarios a las familias en condiciones de vulnerabilidad, bajo el lema: “Chile tiende la mano a las familias vulnerables”. ¡No dejemos pasar la oportunidad de ejercitar la solidaridad, también -en esta Cuaresma- con aquellos que precisan de nuestra colaboración!

La Palabra de Dios, sin duda, es fundamental para proseguir en el camino Cuaresmal-Pascual. Observamos en el pasaje bíblico mencionado, el diálogo de Jesús con la Samaritana, la maravillosa pedagogía que Él emplea para ayudar a la mujer a abrirse a la fe y convertirse en apóstol entre los suyos.

La guía el Señor a una honda reflexión personal acerca de su situación, hablándole del agua viva, de la venida del Mesías y el culto que a Dios agrada.

Entre tantas expresiones bíblicas profundas, títulos, nombres y metáforas que revelan quien es Cristo, es expresiva su manifestación como Agua Viva. El agua quita la sed, ayuda a purificar, fecunda los campos, es signo de pureza, entre otros… ¡Cuánto anhelamos el agua para nuestra querida región de Coquimbo! El agua viva en el Evangelio de hoy es Cristo mismo. Él es el único que puede saciar la sed de felicidad, sentido de la vida y anhelos de plenitud. Digamos en este domingo, como la mujer del Evangelio: Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed… (Jn 4, 15).


    
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