Domingo 19 de Marzo, 2023

Comunicar la luz que es Cristo

 


Columna del Arzobispo René Rebolledo Salinas.

La comunidad cristiana prosigue el camino cuaresmal, iniciado el 22 de febrero con el Miércoles de Ceniza. El domingo pasado el Señor  se presentó en su Palabra como fuente de agua viva, hoy como la luz que ilumina a todos. En efecto, el santo Evangelio que se proclama en todas las santas Misas de este domingo es La curación de un ciego de nacimiento (cfr. Jn 9, 1-41). Es bello, amplio y profundo este relato de la curación de la vista corporal, mas es también fundamental su hondo significado, pues señala a la luz espiritual con que Cristo, luz del mundo, ilumina a cuantos no lo rechazan como al enviado de Dios.

La luz, como el domingo precedente el agua, es un signo precioso y fundamental en el culto sagrado, especialmente en la Vigilia Pascual, que viviremos, Dios mediante, el sábado 8 de abril. ¡La Resurrección es un misterio de luz!

Numerosas son las referencias en el testimonio bíblico acerca de la identificación de nuestro Señor con la luz. En el Evangelio de hoy afirma: “Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” (v  5). Así, en el maravilloso prólogo del mismo evangelista leemos: “Apareció un hombre enviado por Dios, llamado Juan, que vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran por medio de Él. Él no era la luz, sino un testigo de la luz. La luz verdadera que ilumina a todo hombre estaba viniendo al mundo…” (Jn 1, 6-9). “Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12). Hacia el final de la Eucaristía de hoy, en la Oración después de la Comunión, pediremos al Señor: “Padre, que iluminas a todo hombre que viene a este mundo, te pedimos que alumbres nuestros corazones con el esplendor de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de Ti y aprendamos a amarte de todo corazón”.

En nuestro peregrinar por los caminos de este mundo, en más de alguna ocasión, nos hemos experimentado faltos de luz y orientación, lo que, tal vez, nos ha producido pequeñas o grandes desorientaciones. Precisamos que alguien nos ayude a disipar las tinieblas, para proseguir por el recto camino.

En el Evangelio de hoy contemplamos al ciego de nacimiento, con todas las limitantes que podemos imaginar de una persona en estas condiciones. Figuran también los fariseos y otros personajes, que interpelan a quien es sanado, como a Jesús mismo, que los desenmascara: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, su pecado permanece” (v 41).

Cristo luz anhela iluminar también hoy, a cada uno de nosotros y al mundo entero. Sigámoslo, optando así por la luz, que es Él, la luz que debemos también comunicar a las hermanas y hermanos de camino.


    
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