Domingo 16 de Abril, 2023

“Como el Padre me envió, así Yo los envío a ustedes” (Jn 20, 21)

 


En su columna dominical, el Arzobispo René Rebolledo Salinas destacó: “Los fieles se renuevan en la consciencia que el resucitado envía hoy a sus discípulos misioneros para anunciarlo y dar testimonio de su fe en Él”

La comunidad cristiana celebra hoy el 2° domingo de Pascua, concluyendo de este modo la primera semana de Pascua, que iniciara el pasado 9 de abril con el Domingo de la Resurrección del Señor. Son días en honor de Cristo Resucitado, que se prolongarán hasta la solemnidad de Pentecostés, el domingo 28 de mayo.               

Se conoce también este domingo con el nombre de dominica in albis, dado que en Roma durante los días de la semana que termina, los neófitos portaban el vestido blanco recibido en el bautismo celebrado la noche pascual y en este día se despojaban de él (in albis deponendis). Tengamos presente también que en este domingo -a nivel universal- la Iglesia celebra la Divina Misericordia, festividad instituida por el Papa san Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año 2000. En Chile corresponde también el domingo de Cuasimodo.

Invito a tener presente hoy la importancia fundamental de la celebración del domingo, día en que nuestro Señor resucitó. En efecto, el Evangelio así lo destaca: “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana” (Jn 20, 19). Luego en el corazón del relato, se repite: “A los ocho días” (Jn 20, 26), vale decir, nuevamente el primer día de la semana, pero de la siguiente, se aparece el Señor resucitado a los discípulos. La comunidad cristiana es convocada por el Señor Resucitado a celebrar su memoria domingo tras domingo, escuchando su Palabra, recibiendo su Cuerpo y Sangre, participando de igual modo del cuerpo del Señor que son los hermanos. Con la celebración dominical se dedica las primeras horas al culto y a la alabanza del Señor Resucitado y se recibe también su bendición para los días de la nueva semana.                                                                                                                   

Anualmente se proclama en este día un pasaje del evangelista Juan: dos apariciones del Señor Resucitado a los Apóstoles (cfr. Jn 20, 19-31). El Resucitado saluda a los suyos deseándoles la paz, provocando con ello la alegría de sus discípulos y la confesión del incrédulo Tomás, que no estaba presente en la primera aparición: “Señor mío y Dios Mío” (v 28). El Señor encuentra a sus discípulos en su condición de Resucitado, les dona el Espíritu y los envía en misión: “Como el Padre me envió, así Yo los envío a ustedes” (v 21)… “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán retenidos” (vv 22-23).

La comunidad cristiana recibe con gozo en estos domingos el anuncio que Cristo está vivo. En efecto, Él mostrando las manos y el costado con las llagas de la pasión que sufrió, manifiesta que el Resucitado es el mismo que el Crucificado y que ahora vive para siempre. Los fieles se renuevan en la consciencia que el resucitado envía hoy a sus discípulos misioneros para anunciarlo y dar testimonio de su fe en Él.

Teniendo presente que a nivel universal celebramos hoy la fiesta de la Divina Misericordia, con gratitud contemplamos a Jesús que nos transmite la bondad y misericordia del Padre Dios, a fin de que podamos actuarla anunciando el mensaje que nos ama sin condición alguna y nos manda que nos amemos unos a otros como Él nos amó: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos” (cfr. Jn 15, 12).


    
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